sábado, 12 de junio de 2021

FESTIVIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE MARÍA

 

Desde el área de Lenguaje y Comunicación queremos compartir la reflexión de Fernando Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA, en este día que celebramos al Inmaculado Corazón de María.

¿Qué nos dice hoy el Inmaculado Corazón de María?

 

 “En esta tesitura de pandemia y cuarentena, nos han sucedido muchas cosas, la mayoría inesperadas, desconcertantes, hirientes e incomprensibles. María nos puede enseñar a guardarlas en el corazón, aunque no las entendamos. La Virgen, con su Corazón, nos ayuda a descubrir cómo la vida se abre paso, aunque nos sintamos a la intemperie. Como dice el papa Francisco, “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (Evangelii Gaudium, n. 286). En estos meses hemos experimentado nuestra fragilidad, lo vulnerables que somos. Hemos descubierto que la meta de nuestra vida no es el confinamiento o el individualismo. Por el contrario, Dios nos creó para el amor y la comunión. Nos vendrá bien, con María y como ella, repasar todo esto en nuestro corazón. Desde allí, brotará lo que tanto necesitamos: “La imaginación de la caridad”, como la llamó san Juan Pablo II (Novo millennio ineunte, n. 50).

Este tiempo de coronavirus nos ha desgarrado el alma. Ante la muerte de seres queridos, ante la penuria económica de multitud de familias, ante la dura enfermedad, ante el sufrimiento de los menesterosos, ante el abandono de los ancianos, ante el agotamiento de los sanitarios y de otros servidores públicos… se nos ha partido el corazón. Afortunadamente, también esta situación ha permitido poner de manifiesto las heroicidades de muchos, los gestos de solidaridad y gratuidad de tantos sacerdotes y consagrados, la bondad y arrojo de los voluntarios, el trabajo callado de los agricultores, de las gentes del mar, de los demás trabajadores de la industria de producción y distribución de alimentos, esenciales para que en los hogares no haya faltado comida fresca en la mesa. Por desgracia, el Covid-19 ha sido asimismo una ocasión cicateramente aprovechada para abyectas manipulaciones, propaganda inicua y expresiones interesadas de cruel y desolador egoísmo. El Corazón de María acompaña y comparte nuestras tribulaciones, tristezas y zozobras. Su Inmaculado Corazón intercede ante su Hijo para que nuestras podredumbres queden limpias y nuestro interior se regenere y purifique. De esta forma, percibimos que, cuando uno ora con humilde sinceridad, el corazón se le vuelve más generoso, se libera “de la conciencia aislada y está deseoso de hacer el bien y de compartir la vida con los demás” (EvangeliiGaudium, n. 282).

Está claro que solo podemos comprender el misterio del Inmaculado Corazón de María si lo vinculamos al Sagrado Corazón de su Hijo Jesús y si lo hacemos con alma sencilla y abierta. Cuando así ocurre, nos percatamos de que nuestra alegría cristiana bebe de la fuente del mismísimo Corazón de Dios. Y es de ahí de donde sacamos aliento y vigor para verter el bálsamo del consuelo y el amor en quienes se hallan tirados en la cuneta de la vida y el progreso, con su existencia destrozada y sin ilusión para encarar el futuro. No seamos insensibles ante el dolor ajeno. Emprendamos, más bien, sin vacilar ese camino de encuentro cotidiano con los necesitados. Sentiremos entonces la presencia afable de la Madre de Dios, en cuyo Corazón se refugian y amparan los afligidos, los pobres y los últimos.”